Desde su origen milenario en China hasta su actual presencia en las calles y jardines de todo el mundo, el Ginkgo biloba se presenta como una de las especies arbóreas más singulares y resilientes.

Conocido como un «fósil viviente», este árbol ha sobrevivido a lo largo de las eras geológicas, conservando su forma prácticamente inalterada durante más de 200 millones de años.

Su longevidad y su capacidad de adaptación lo convierten en un aliado excepcional tanto en proyectos de restauración del paisaje como en el diseño de jardinería, especialmente en entornos urbanos.

Descripción botánica del Ginkgo biloba.

El Ginkgo biloba pertenece a la familia de las Ginkgoaceae y es el único representante vivo de esta familia. Es un árbol caducifolio de crecimiento lento, que puede alcanzar alturas notables, superando los 35 metros. Su tronco, robusto y con diámetros que pueden superar el metro y medio, presenta una corteza de color grisáceo que se fisura con la edad.

Sus hojas son su rasgo más distintivo y llamativo. Con forma de abanico, con una nervadura paralela muy peculiar, se disponen en grupos sobre los brotes cortos.

En el hemisferio norte, durante la primavera y el verano, lucen un verde brillante y refrescante, pero es en otoño cuando el árbol revela su máxima belleza, transformándose en una explosión de color dorado que puede durar varias semanas.

Se trata de una especie dioica, lo que significa que los ejemplares masculinos y femeninos crecen por separado. Las flores, de color amarillo y discretas, dan paso en los árboles femeninos a unas estructuras carnosas parecidas a ciruelas. En su interior, se encuentran las semillas, que al madurar desprenden un olor desagradable debido a los ácidos butírico y valérico que contienen, un factor importante a considerar en su plantación en proximidad a zonas habitadas.

Árbol de Ginkgo biloba en el jardín

El papel del Ginkgo en la restauración del paisaje.

El Ginkgo biloba ha demostrado ser una elección acertada en proyectos de restauración y paisajismo debido a su notable rusticidad y resistencia. Su capacidad para prosperar en una amplia variedad de suelos, siempre que estén bien drenados, lo hace adaptable a diferentes condiciones ambientales.

Es especialmente recomendable para la reforestación de áreas con suelos urbanos compactados o con un nivel de contaminación moderado, donde otras especies podrían tener dificultades para sobrevivir.

En estos contextos, su robustez frente a plagas y enfermedades, junto con su longevidad, asegura un crecimiento estable y una presencia duradera en el ecosistema restaurado.

Su sistema radicular profundo y espaciado, en ejemplares adultos, ayuda a la estabilización del suelo y minimiza los requerimientos de riego una vez establecido.

Se recomienda su plantación en zonas alejadas de las edificaciones por su gran porte, o bien seleccionar ejemplares masculinos para evitar los frutos y el olor asociado en espacios de alta afluencia de personas.

El Ginkgo en la jardinería urbana y el paisajismo.

En el diseño de jardines y espacios públicos, el Ginkgo biloba es un ejemplar de gran valor estético. Su copa de porte elegante y su impresionante coloración otoñal lo convierten en un punto focal en parques y grandes jardines.

Es un árbol muy apreciado para la alineación de calles y avenidas, ya que su tolerancia a la contaminación atmosférica, al estrés hídrico y a los cambios de temperatura lo hace ideal para el difícil entorno urbano.

Para su plantación en jardinería, se suele priorizar el uso de ejemplares masculinos, propagados vegetativamente (por esquejes), para evitar la producción de los frutos femeninos. Esta práctica, común en viveros especializados, garantiza la limpieza del entorno y facilita el mantenimiento de las áreas verdes.

Cuando se cultiva como árbol aislado, su porte majestuoso y su sombra equilibrada ofrecen un refugio visual y de confort.

Frutos de Ginkgo biloba

El cultivo del Ginkgo biloba.

La producción de Ginkgo biloba en viveros especializados es un proceso que requiere asegurar la calidad del material vegetal.

La propagación se realiza, en la mayoría de los casos, a través de esquejes extraídos de árboles masculinos seleccionados, un método que garantiza que se mantengan las características deseadas y se eviten los frutos. Este enfoque es especialmente importante para los profesionales del paisajismo que buscan ejemplares de género definido.

La formación de los árboles jóvenes en vivero se centra en el desarrollo de un sistema radicular fuerte y una estructura de copa equilibrada. El trasplante a contenedor debe realizarse con sustratos bien drenados para evitar el encharcamiento, una condición a la que el Ginkgo es sensible en sus primeras etapas.

La elección del formato de planta, ya sea en contenedor o a raíz desnuda, dependerá del tipo de proyecto y la época de plantación.

Para los profesionales de la restauración paisajística y la jardinería, es fundamental adquirir plantas de viveros que garanticen la procedencia y el sexo de los ejemplares, especialmente en proyectos urbanos, donde la funcionalidad y la estética del paisaje deben ir de la mano.

Así, el Ginkgo biloba es más que un simple árbol; es un testimonio vivo de la historia natural y una herramienta valiosa para los profesionales que buscan soluciones sostenibles y duraderas en el diseño y la restauración del paisaje contemporáneo.