Cada 26 de noviembre, el calendario ecológico y cultural global reserva una fecha para honrar a un árbol que es, en sí mismo, un paisaje, el olivo (Olea europaea).
El Día Mundial del Olivo, proclamado oficialmente por la UNESCO en la 40ª sesión de su Conferencia General en 2019, trasciende la mera celebración de un cultivo.
Nace en un contexto de creciente conciencia sobre la necesidad de proteger nuestro patrimonio natural y cultural, reconociendo en este árbol milenario un poderoso símbolo de armonía, paz y sabiduría.
La iniciativa, impulsada por países con una profunda conexión con la olivicultura, busca no solo proteger al árbol, sino también preservar los valores que encarna y promover su papel fundamental en la sostenibilidad ambiental y el desarrollo de las comunidades rurales.
La relevancia social del olivo como árbol monumental.
La importancia de esta jornada va más allá de la producción de aceite y aceituna. Socialmente, el olivo es el pilar de vastas regiones, especialmente en la cuenca mediterránea, que en el caso de España, la Comunidad Autónoma de Andalucía, cuenta con el mayor número de extensiones dedicadas al cultivo del olivo.
El olivo representa un motor económico que fija población en el medio rural, combatiendo la despoblación en zonas áridas y semiáridas que, de otra forma, enfrentarían un futuro incierto.
Celebrar el Día Mundial del Olivo es reconocer el esfuerzo de millones de personas que trabajan en el sector agrícola y a profesionales que mantienen vivo un agrosistema que es, a la vez, fuente de alimento saludable, pilar de la Dieta Mediterránea (declarada Patrimonio Cultural Inmaterial) y un cortafuegos natural.
El Día Mundial del Olivo es un día para poner en valor la cultura del olivar, un saber hacer transmitido entre generaciones que ha modelado paisajes de valor incalculable.

Un Olivo para la Paz, Osaka celebra un símbolo que une culturas.
Con motivo del Día del Olivo, hay gestos que cobran un significado aún más profundo. Nos referimos a la donación de un olivo por parte del Pabellón de la Santa Sede en el marco de la Expo 2025, celebrado en Osaka, Kansai, Japón. El olivo ha sido plantado junto a la catedral de Santa María de Osaka-Takamatsu, donde fue bendecido por el cardenal Thomas Aquino Manyo Maeda ante representantes civiles y culturales.
Este sencillo acto ha convertido al árbol en un símbolo vivo de amistad entre Japón y la Santa Sede, y en un recordatorio del compromiso compartido con el diálogo, la paz y la memoria de las tragedias de Hiroshima y Nagasaki.
El olivo, tradicionalmente asociado a la paz, la resistencia y la unión entre pueblos, representa en Osaka un puente entre culturas y una esperanza sembrada para las generaciones futuras.
Su plantación no solo honra la amistad entre naciones, sino que invita a reflexionar sobre la capacidad de este árbol milenario para inspirar reconciliación y futuro.
En esta fecha, dedicada a celebrar su valor simbólico y su presencia en la historia humana, el olivo de Osaka se alza como un emblema universal de entendimiento y renovación.
Lemas del Día Mundial del Olivo.
El enfoque de la jornada ha evolucionado, adaptándose a los retos globales. Los últimos cinco años reflejan una creciente preocupación por la crisis climática y el papel del olivar como herramienta de mitigación y adaptación. Algunos de los temas y enfoques asociados a esas celebraciones anteriores incluyen:
2025: El olivo: infraestructura verde para la resiliencia climática.
El tema de este año pone el foco en la ingeniería del paisaje y la restauración. Se destaca la capacidad excepcional del olivo para funcionar como «infraestructura verde«, su rusticidad frente a la sequía y su papel en la creación de paisajes resilientes. Se subraya su uso en proyectos de adaptación al cambio climático, estabilización de suelos y recuperación de zonas degradadas.
2024: El olivar, nuestro aliado contra el cambio climático.
La celebración se centró en la capacidad del olivo como sumidero de carbono. Se divulgaron estudios que demuestran cómo un olivar gestionado de forma sostenible puede capturar significativamente más CO₂ del que emite en su ciclo de producción, contribuyendo activamente a la neutralidad climática.
2023: Proteger el olivo, salvar el planeta.
Un año marcado por la concienciación sobre las amenazas fitosanitarias, como la Xylella fastidiosa. El lema hizo un llamamiento a la acción internacional para la investigación y la protección del olivar, entendiendo que la salud de estos árboles está intrínsecamente ligada a la biodiversidad y al equilibrio de los ecosistemas que habitan.
2022: El olivo: pilar de la sostenibilidad.
El enfoque fue holístico, abordando las tres dimensiones de la sostenibilidad. Se destacó el olivar como un agroecosistema que, bajo manejos adecuados (como cubiertas vegetales o agricultura regenerativa), provee servicios ecosistémicos esenciales, apoya la economía local y fomenta la cohesión social en las comunidades rurales.
2021: El olivo, fuente de salud y paz.
En un contexto de salida de la crisis sanitaria mundial, el lema de 2021 reconectó con los valores más profundos del árbol. Se celebró su fruto como pilar de la salud (Dieta Mediterránea) y su simbolismo universal como la rama de olivo que representa la paz y la reconciliación entre los pueblos.

Lemas anteriores del Día Mundial del Olivo.
Antes de su proclamación oficial por la UNESCO en 2019, la celebración ya era impulsada fuertemente por el Consejo Oleícola Internacional (COI) y otras entidades nacionales. Estos son los primeros temas con los que se comenzó a celebrar el Día Mundial del Olivo:
- 2020: El olivo, nuestro futuro y patrimonio.
- 2019: (Año de la proclamación UNESCO) Celebrando el Olivo, símbolo de paz.
El olivo, símbolo cultural y herramienta de bioingeniería.
La presencia del olivo define la identidad de naciones enteras. En España, el mayor productor mundial, el olivar no es solo un cultivo, es la estructura del territorio. El «mar de olivos» de Jaén, en Andalucía, es un ejemplo paradigmático de «paisaje cultural», una simbiosis milenaria entre la acción humana y la naturaleza.
En Grecia, el olivo está entrelazado con la mitología (el regalo de Atenea a Atenas) y sus árboles milenarios, como el de Vouves en Creta, son monumentos vivientes. En Italia, define la orografía y la estética de regiones como la Toscana o Puglia, mientras que en el norte de África, desde Túnez a Marruecos, su cultivo es un pilar económico y social ancestral.

Para profesionales de la restauración del paisaje, el paisajismo y la ingeniería, el olivo es mucho más que un símbolo. Es una especie clave en la bioingeniería del paisaje mediterráneo. Su extraordinaria rusticidad, su resistencia a la sequía y su adaptabilidad a suelos pobres lo convierten en una herramienta fundamental para la restauración de ecosistemas degradados y la lucha contra la erosión.
El sistema radicular del olivo es un anclaje eficaz para la estabilización de taludes, y su manejo en sistemas agroforestales o en setos (lindes) fomenta «islas de biodiversidad» que sirven de refugio a fauna auxiliar. En un mundo que demanda soluciones basadas en la naturaleza, el olivo no es solo un árbol que honramos por su pasado, sino un aliado estratégico que cultivamos para nuestro futuro.




